El Templo de Artemisa, también conocido como el Templo de Diana, fue una antigua maravilla arquitectónica ubicada en la ciudad de Selçuk, en la región de Esmirna, en Turquía. Construido en honor a la diosa griega Artemisa, era considerado uno de los templos más grandes y hermosos del mundo antiguo.
El templo fue construido por primera vez en el siglo VI a.C. y fue reconstruido varias veces a lo largo de los siglos debido a incendios y terremotos. La versión final del templo fue construida en el siglo III a.C. y se cree que medía aproximadamente 115 metros de largo y 55 metros de ancho, con más de 100 columnas de mármol que se alzaban hasta una altura de 20 metros.
Las columnas del templo estaban decoradas con elaborados relieves y esculturas, y su diseño arquitectónico era impresionante. El templo estaba rodeado por un gran patio y tenía una entrada monumental con escaleras que conducían al santuario principal. En el interior, se encontraba la estatua de Artemisa, una obra maestra de la escultura griega.
El Templo de Artemisa era un importante centro religioso y atraía a peregrinos de todo el mundo antiguo. También era un símbolo de la riqueza y el poder de la ciudad de Éfeso, a la que pertenecía Selçuk en ese momento.
Desafortunadamente, el templo fue destruido en el siglo V d.C. por un incendio provocado por fanáticos religiosos. Aunque algunos fragmentos de las columnas y esculturas han sido recuperados y se exhiben en el Museo Británico en Londres, el templo en sí ya no existe.
A pesar de su desaparición, el Templo de Artemisa sigue siendo recordado como una de las maravillas del mundo antiguo y es un testimonio del esplendor y la grandeza de la civilización griega. Su legado perdura en la historia y la cultura de la región, y su influencia se puede apreciar en la arquitectura y el arte de la época.