No suelo escribir críticas, pero este definitivamente se lo merece. Encontrarás este encantador hostal justo fuera del alcance del bullicio diario de la ciudad, ubicado en uno de sus barrios más tranquilos.
El albergue en sí tiene un ambiente acogedor, con decoraciones coloridas y música animada. Una vez que haya caminado hasta la parte trasera del albergue, encontrará una cocina bien equipada, asientos espaciosos y uno de los jardines más bonitos que he visto desde un albergue. El jardín incluye mesas de almuerzo al aire libre, tumbonas y cómodos sofás con dosel cubierto.
Si eres un viajero en solitario, no tendrás ningún problema en conocer nuevos amigos, ya que a todo el mundo le encanta congregarse en el jardín, compartiendo vino, historias y juegos antes de salir a disfrutar de la vida nocturna. Al regresar por la noche, se puede ir abajo en el sótano (antigua bodega creo) donde encontrará asientos espaciosos, un televisor y futbolín.
Mi habitación de 6 camas estaba bien equipada con dos duchas y un aseo, una cómoda cama, tomas de corriente, e incluso un balcón con vistas a la carretera de abajo. Personalmente, mi parte favorita era el nuevo aire acondicionado que podía controlar por control remoto. Fue un salvavidas durante el calor de julio.
Todo esto palidece en comparación con lo que realmente hace que un hostal se sienta como un hogar; el personal. En el transcurso de las tres noches me alojé en el Hostello, he crecido para conocer a muchos de los miembros del personal, incluyendo los propietarios, Matteo y Anna. Se complementan muy bien, ya que Anna siempre tiene una sonrisa en su cara, con una risa contagiosa, mientras repone el increíble desayuno. Matteo, igual de amable, siempre está dispuesto a ayudarle a encontrar el bar perfecto u otra actividad nocturna que se adapte a sus intereses. Los dos, combinado con el puñado de otro personal de apoyo te deja sintiéndote realmente apreciado y atendidos.
Si bien Verona no es una gran ciudad que te destina a volver varias veces, definitivamente me encontraré aquí cuando necesite escapar del ajetreo de la vida cotidiana y sentirme como en casa en el Hostello.
El albergue en sí tiene un ambiente acogedor, con decoraciones coloridas y música animada. Una vez que haya caminado hasta la parte trasera del albergue, encontrará una cocina bien equipada, asientos espaciosos y uno de los jardines más bonitos que he visto desde un albergue. El jardín incluye mesas de almuerzo al aire libre, tumbonas y cómodos sofás con dosel cubierto.
Si eres un viajero en solitario, no tendrás ningún problema en conocer nuevos amigos, ya que a todo el mundo le encanta congregarse en el jardín, compartiendo vino, historias y juegos antes de salir a disfrutar de la vida nocturna. Al regresar por la noche, se puede ir abajo en el sótano (antigua bodega creo) donde encontrará asientos espaciosos, un televisor y futbolín.
Mi habitación de 6 camas estaba bien equipada con dos duchas y un aseo, una cómoda cama, tomas de corriente, e incluso un balcón con vistas a la carretera de abajo. Personalmente, mi parte favorita era el nuevo aire acondicionado que podía controlar por control remoto. Fue un salvavidas durante el calor de julio.
Todo esto palidece en comparación con lo que realmente hace que un hostal se sienta como un hogar; el personal. En el transcurso de las tres noches me alojé en el Hostello, he crecido para conocer a muchos de los miembros del personal, incluyendo los propietarios, Matteo y Anna. Se complementan muy bien, ya que Anna siempre tiene una sonrisa en su cara, con una risa contagiosa, mientras repone el increíble desayuno. Matteo, igual de amable, siempre está dispuesto a ayudarle a encontrar el bar perfecto u otra actividad nocturna que se adapte a sus intereses. Los dos, combinado con el puñado de otro personal de apoyo te deja sintiéndote realmente apreciado y atendidos.
Si bien Verona no es una gran ciudad que te destina a volver varias veces, definitivamente me encontraré aquí cuando necesite escapar del ajetreo de la vida cotidiana y sentirme como en casa en el Hostello.